Tragedia y Carnaval
- Rosario Mena Larrain
- 21 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 jun 2023
escrito por Rosario Mena
En el fulgor de la violencia, el miedo, la incertidumbre y el dolor por el maltrato y sufrimiento, la sensación de descontrol y ceguera, la rabia por el abuso contra los perdedores de siempre y las sospechas de maquinaciones por parte de quienes, de uno y otro lado, tienen por negocio el #ejerciciodelpoder, resulta casi inevitable para muchos cuestionar en estos días la vivencia de la fiesta.
A pesar de valorar y celebrar los aspectos positivos del “despertar”.
Algunas manifestaciones , en efecto, más se parecen a Lollapalooza que a la expresión de una trágica debacle nacional. Y eso puede resultarnos irritante.

Lejos de integrar y aceptar la contradicción y los claroscuros, a menudo nuestro positivismo occidental recurre a la división binaria para poder formular y sostener un relato. Lo cierto es que fiesta y muerte se dan la mano en el escenario del estallido social.
#Carnaval, reflexión, confabulación y violencia son parte de un mismo fenómeno. La fiesta toma su lugar ancestral de instancia excepcional en la que todo puede ser como habitualmente no es. El espacio- tiempo del vuelco de la realidad.
Como dice #Bajtin (1987), a propósito de los carnavales populares de la Edad Media: "A diferencia de la jerarquización del régimen feudal, con su extremo encasillamiento en estados y corporaciones, este contacto libre y familiar era vivido intensamente y constituía una parte esencial de la visión carnavalesca del mundo. El individuo parecía dotado de una segunda vida que le permitía establecer nuevas relaciones, verdaderamente humanas, con sus semejantes. La alienación desaparecía provisionalmente. El hombre volvía a sí mismo y se sentía un ser humano entre sus semejantes.
El auténtico humanismo que caracterizaba estas relaciones no era en absoluto fruto de la imaginación o el pensamiento abstracto, sino que se experimentaba concretamente en ese contacto vivo, material y sensible.
El ideal utópico y el real se basaban provisionalmente en la visión carnavalesca, única en su tipo. En consecuencia, esta eliminación provisional, a la vez ideal y efectiva, de las relaciones jerárquicas entre los individuos, creaba en la plaza pública un tipo particular de comunicación inconcebible en situaciones normales. Se elaboraban formas especiales del lenguaje y de los ademanes, francas y sin constricciones, que abolían toda distancia entre los individuos en comunicación, liberados de las normas corrientes de la etiqueta y las reglas de conducta."
Los ricos y los pobres bebían juntos en las calles, las autoridades eran habitualmente satirizadas con máscaras y actuaciones exageradas y ridículas en representaciones callejeras en donde los mendigos eran reyes y los reyes mendigos: el famoso topos de “el mundo al revés” que llegó a nuestra América con la conquista y se insertó tanto en las festividades andinas como en las décimas de la Lira Popular.
Conviene recordar que nos hallamos ante un movimiento detonado por jóvenes post-dictadura en cuya memoria no está arraigado el miedo que paralizó a sus padres y abuelos. Chilenos criados en internet y el libre mercado, en un país en que, pese a todo, la clase media existe y la universidad forma parte del programa de vida de una mayoría. Una nueva fisonomía social que puja por parir el #cambiocultural. Desafiar, en un vuelco carnavalesco, la condena resumida en “el sistema” con sus mil connotaciones sociales, económicas, medioambientales.
Desenmascarar el #sistemadeprivilegios y las trampas que lo sostienen y rebelarse a obedecer el guión aprendido, conducente a una idea de futuro que hoy, para demasiados, no es más que un fantasma inquietante. La subversión del orden establecido y la conexión entre personas y realidades que habitualmente no se tocan, forman parte de la esencia del carnaval, sus sonidos y sus movimientos.
Los cuerpos fundidos en la performance colectiva encarnan un contrapoder basado en el contravalor del humanismo incondicional. Es este el verdadero “estado de excepción”.
por Rosario Mena, socia de Irradia.




Comentarios