El sonido de las cacerolas: las voces en pugna
- Rosario Mena Larrain
- 21 nov 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 15 jun 2023
Durante estos días he sido testigo de un intenso abuso de la palabra VOZ.
“Hemos escuchado la VOZ DEL PUEBLO”, llegó a decir el Presidente Piñera. Por cierto, la que se hace oír en ese instante no es la voz encarnada en el cuerpo de hombres y mujeres, chilenas y chilenos que día a día reclaman un trato igualitario y una vida digna en un país, un territorio, una lengua y una historia que también les pertenece. La voz sería, en este caso ,más bien el aullido inesperado– y amenazante- de una masa enardecida sumado al ruido ensordecedor de su revuelta callejera.
El estruendo peligroso se transforma, mediante un eufemismo, en un eslogan que acude a la “voz” como metáfora de la representación de un supuesto sujeto Pueblo.
Una voz acompañada por la música de las cacerolas, en cuyo sonido se mezclan y confunden múltiples significados que no solo son diferentes, sino incluso opuestos e incompatibles. Significados que dan cuenta de los intereses en pugna que están detrás de esas mismas cacerolas, dependiendo de dónde y quién las toca. Sospecho que muchas cacerolas que en este momento suenan en Las Condes no buscan tanto hacer oír la “voz del pueblo” como hacerle oír al Presidente la voz frustrada de una clase media alta – o que aspira a serlo- que votó por él confiando en promesas económicas que no se les cumplieron. Y que hoy se encuentra ahogada en deudas.

No son ideales de equidad e integración social los que resuenan en esas cacerolas. No hablan de las demandas estudiantiles que gritan las ollas de avenida Grecia. Y nada de aquello forma parte de las motivaciones de los jóvenes encapuchados que saquean locales en Renca, cuyo mayor anhelo, seguramente, es poseer el último Iphone. No suenan del mismo modo las cacerolas entre barricadas en la Alameda que en la fiesta familiar de la Plaza Ñuñoa.
Se requiere aquí una etnografía de lo particular, como dirían los antropólogos. Agudizar el oído para analizar y descifrar esos sonidos en cada contexto mediante una descripción densa, dirían los etnomusicólogos. Y acercarnos a una interpretación. Un primer trabajo de campo podría consistir simplemente en entrevistas en profundidad, preguntando a las personas en distintos barrios de Santiago y de regiones, el motivo por el cual están tocando las cacerolas.
El resultado, sin duda, nos demostraría que luchamos contra un monstruo que nosotros mismos hemos construido. La feroz desigualdad. Una espantosa y gigantesca criatura que se alimenta de la competencia, la ambición y el egoísmo. Es momento de reflexión y alerta.
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